Devoción Mariana en Valdivielso (1903) (Irene Garmilla 08/03/ 2016)

Como no hay dos sin tres, y para completar en nuestra hemeroteca la serie de informaciones relativas a la devoción mariana en Valdivielso, he aquí una carta firmada por 68 vecinos de Quintana, con fecha 12 de octubre de 1903 y publicada un mes más tarde en el periódico El Siglo Futuro. Se trata de un texto completamente diferente de los que hemos visto hasta ahora. En este documento se expresa una indignada protesta y, al mismo tiempo, una solidaridad incondicional y beligerante de los católicos de Valdivielso con los de la villa de Bilbao.
¿Cuáles fueron los motivos por los que se redactó este texto tan vehemente en relación con unos hechos lamentables aparentemente ajenos a la realidad valdivielsana? Para comprender mejor la carta, explicaré lo más brevemente posible cuáles fueron esos hechos.
El 22 de abril de 1903, atendiendo a la solicitud de la Diputación Provincial de Vizcaya, presidida por D. Enrique de Aresti, así como a las demandas del clero vizcaíno, el papa León XIII proclamó a la Virgen de Begoña patrona del Señorío de Vizcaya. Para celebrarlo, la Diputación decidió organizar en Bilbao unas importantes fiestas religiosas durante los días 6, 7 y 8 de septiembre. Estas fiestas incluían el traslado de la imagen de la Virgen desde la basílica de Begoña a la Diputación, una misa en la terraza de este edificio en la Gran Vía de Bilbao, y diversos actos en dicha ciudad. La Diputación de Vizcaya solicitó entonces la colaboración del Ayuntamiento de Bilbao, pero este decidió, en un pleno celebrado durante el mes de agosto, mantenerse totalmente al margen de las celebraciones y no prestar ayuda alguna de material, ni de personal, ni asistir a los actos. Se hacía patente así la confrontación entre la derecha más conservadora, tradicionalista o nacionalista, que controlaba la Diputación, y los políticos republicanos, liberales y socialistas, que tenían la mayoría en el pleno municipal. Esta tensión no era sino un reflejo de la polarización que existía también entre la ciudadanía, por lo que la Diputación decidió suspender las celebraciones de Bilbao alegando el temor a que se produjeran enfrentamientos e incluso posibles profanaciones.
Sí se organizaron, en cambio, peregrinaciones de católicos desde todos los pueblos de la provincia en fechas escalonadas a lo largo del mes de septiembre y primeros días de octubre, para finalizar la tarde del domingo 11 de octubre con la gran peregrinación de Bilbao al santuario en una procesión solemne desde el Arenal hasta la basílica de Begoña. Para aquel mismo día, por la mañana, los sindicatos y partidos de izquierda habían convocado a obreros de la industria y mineros a un mítin multitudinario en la plaza de toros de Bilbao, en el marco de las acciones que se estaban llevando a cabo en aquellos días por la mejora de las penosas condiciones laborales que padecían los trabajadores de las minas de Vizcaya. Según cuentan las crónicas que se escribieron en días posteriores, aquel fatídico 11 de octubre llegaban a Bilbao trenes abarrotados de, por una parte, aldeanos provistos de makilas y dirigidos por sus párrocos, y, por otra, de obreros y mineros con barras de hierro que acudían con sus dirigentes políticos y sindicales. De un lado la derecha integrista, con los carlistas y los bizkaitarras; por el otro lado, los republicanos, con los socialistas y los anarquistas. Más tarde ambos bandos se acusarían mutuamente de haber llevado también armas de fuego. El trágico resultado fue de numerosos heridos y un muerto por herida de bala, Marcos Marañón, jardinero de la Universidad de Deusto.
Está claro que al idílico valle de Valdivielso sus montañas no lo aislaban tanto como para que fuera impermeable o indiferente a estos lejanos y terribles sucesos. La información llegó con gran rapidez, pues el día siguiente a los hechos ya se estaba escribiendo esta carta. En ella se menciona a don José María de Urquijo, diputado por Bilbao, quien después de los primeros incidentes producidos el 4 de octubre, con enfrentamientos a palos entre los “sectarios de la revolución” y los peregrinos de Orduña y Valmaseda en el puente del Arenal y en la estación del ferrocarril de Portugalete, había solicitado al gobernador civil protección para los peregrinos que acudirían en días posteriores y, sobre todo, para el día 11. En el mismo sentido se dirigió por telegrama al Ministro de la Gobernación. La respuesta en ambos casos fue que las fuerzas de orden público solo protegerían actos meramente religiosos, pero nunca aquellos que tuvieran carácter político. Al parecer esto no estaba claro, o sencillamente las autoridades no querían intervenir.
Sin duda, todo el mundo era consciente de que la crispación durante aquellos días iba en aumento. ¿De qué modo se transmitió esta crispación a Valdivielso? ¿Por qué se dio la respuesta precisamente en Quintana? ¿O tal vez reaccionaron también otros pueblos del Valle? Supongo que muchos estarían informados por lo que les contó algún párroco o por las noticias que les llegaran de parientes emigrados a Bilbao, o por alguien que tuviera acceso a la prensa o alguna relación con los católicos bilbainos. Recordemos que también el “aplech” de 1910 en Nuestra Señora de la Hoz se realizó como apoyo a los católicos de Bilbao, a los que se les había prohibido reiteradamente una manifestación. Está claro que había hilo directo entre la villa y el valle, al menos a través de la Iglesia.
Es evidente que no todos los vecinos de Quintana firmaron. Consultando un anuario de 1903, se ve que entre los firmantes estaba el maestro, Tomás Torres. Sin embargo, aunque el carpintero Ángel Salazar firmó, no lo hizo el herrero Lorenzo Peña Fernández. Y de dos sastres que había en Quintana, solo firmó Liborio Sobrado Gordo, absteniéndose Gregorio Pérez Gordo, y eso que tal vez eran primos. El molinero Federico Rodríguez Ruíz tampoco firma. Sí firma Baltasar Ruíz de Huidobro Garmilla, que era alcalde de El Almiñé, pero no firma el tabernero Cecilio García Rodríguez, que curiosamente debía de ser de la misma opinión que el párroco Simón Alcalde Real y el capellán de las Hnas. de la Caridad, Domingo Martínez, pues ninguno de los dos clérigos pone su nombre. De esto último se podría deducir que el clero no era tan homogéneo, al menos en Valdivielso.
Y no deja de ser asimismo curioso que, entre tanto nombre, tampoco esté destacado el de quien fuera autor o autora de la carta.

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