EL NUEVO AYUNTAMIENTO DE LA MERINDAD DE VALDIVIELSO (Irene Garmilla)

Se podría decir que los “locos años veinte” fueron, al menos, un poco trepidantes en la Merindad de Valdivielso, sobre todo hacia el final de aquella década. No hablaremos de la década prodigiosa, porque desde luego prodigios, lo que se dice prodigios, no los hubo. Pero sí sucedieron algunas cosas bastante especiales. No hay más que ver los planos de la nueva casa consistorial que en 1928 decidieron construir los regidores. Claro que también es posible que el arquitecto se hubiera excedido un poco a la hora de cumplir el encargo, y los dejara boquiabiertos cuando les presentó en julio de 1929 los maravillosos dibujos que aquí podemos contemplar.
Aquellos animosos y emprendedores ediles de Valdivielso habían decidido un 31 de diciembre de 1928 terminar bien el año y embarcarse en la construcción de un hermoso ayuntamiento que reuniera “las debidas condiciones de estética, de capacidad, de higiene, de seguridad”, es decir, que pudiera albergar dignamente todas las dependencias municipales. Poco después, el 9 de febrero de 1929, se concretó que el edificio midiera de planta 10 por 16 metros, con los pisos necesarios, y que tuviera, además, dos viviendas para empleados municipales. Y le encargaron el proyecto nada menos que a don José Tomás Moliner Escudero, un prestigioso arquitecto burgalés que, tras su titulación en Madrid en 1914, se había incorporado a la corriente de los arquitectos que a lo largo de los años 20 crearon bellas obras modernistas en la ciudad de Burgos: los edificios y las fachadas que configuran esa “Ruta del Modernismo” que podemos disfrutar ahora los turistas cuando visitamos la impresionante capital castellana.
¿Y qué tenía que ver todo eso con Valdivielso? ¿Cómo se les ocurrió acudir a un señor tan finolis para que les hiciera los planos? Viendo las actas municipales de aquellos años nos encontramos con que el Consistorio tenía buena relación, o necesitaba tenerla, con un hermano de este arquitecto, nada menos que con don José María Moliner Escudero, al que el Diario de Burgos cita a 28 de abril de 1928 como “el Presidente de la Unión Patriótica y Comisario Regio de Fomento”. Recordemos que aquellos eran años de la Dictadura de Primo de Rivera, y que a los valdivielsanos, como a todos los españoles, les tocaba convivir con lo que había entonces. Por ejemplo, en marzo de 1928 el Consistorio debe decidir los cuadros que se colgarán en la sala de plenos. Se opta por el Sagrado Corazón, el general Miguel Primo de Rivera y el general Severiano Martínez Anido. Este último era el ministro de Gobernación, azote de políticos e intelectuales disidentes, y se decide ponerle “una orla de Unión Patriótica”, el partido único de la Dictadura. No les faltaba guasa a los ediles.
Por otra parte, duro tuvo que ser para el alcalde, don José Armiño, y el secretario, don Manuel García, acudir en el verano de 1929 a entrevistarse con aquel jefe provincial de Unión Patriótica, don José María Moliner, en Burgos, después del cierre de la fábrica de sedas de Valdenoceda. Este Comisario Regio de Fomento, que además era propietario de la empresa que suministraba gas a toda la ciudad de Burgos y que tenía negocios de construcción de obra pública y privada, aportó sus terrenos y formó sociedad con los hermanos Alday Redonnet, propietarios de la fábrica de Valdenoceda, para constituir SESA, la Sociedad Española de Seda Artificial, o sea, la fábrica de seda artificial de Burgos a la que se trasvasó la fábrica de Valdenoceda con toda su maquinaria, patentes, personal técnico y empleados. El Ayuntamiento de la Merindad de Valdivielso, unos días antes de esta visita, en el pleno del 10 de agosto de 1929, había hecho constar en acta, con una redacción inconexa y una letra bastante ilegible, que denotaban desesperación, lo siguiente: “…es indudable que esta Merindad, a consecuencia del paro y traslado de la Fábrica de Sedas de Valdenoceda, (?) ha de ocasionar honda crisis (?) de trabajo y emigración de muchas familias, menguandose pavorosamente los ingresos, [lo] que hará dificultosa o imposible la vida de los habitantes de esta Merindad…”. En definitiva, que los valdivielsanos acababan de recibir un duro golpe, y se entrevistaban con uno de los que se lo habían dado. ¿Qué hablaron allí? Todo lo que se sabe es que en un acta del 31 de agosto se hace constar que don José María Moliner había elogiado el arbolado del Valle y les había notificado que estaba haciendo gestiones para que se instalara allí un gran vivero de árboles frutales. Claro, lo suyo era la agricultura. Por algo le habían dado la Orden Civil del Mérito Agrícola en 1925. Eso sí, el Ayuntamiento debería aportar el terreno necesario para dicha instalación. Y, como los tiempos no estaban para otra cosa, los ediles tuvieron que darse por satisfechos y decir en el acta que les gustaba mucho la idea del gerifalte.
Parece que el vivero nunca llegó a existir. Tampoco el ayuntamiento proyectado por don José Tomás Moliner, el hermano del político empresario. Este arquitecto, que al parecer trabajaba también para el Estado, se encargó asimismo de realizar los proyectos para los nuevos edificios escolares subvencionados por el Ministerio de Instrucción Pública (en Condado, Santa Olalla, Hoz y Tartalés), que tampoco se construyeron en aquellos años. Está claro que a Valdivielso no le fue bien con los hermanos Moliner.
Sin embargo, con subvenciones concedidas en diciembre de 1928 por la Diputación y proyectos de otros arquitectos, sí que se construyeron nuevas escuelas en Valdenoceda, Arroyo, Panizares, Población y El Almiñé, que junto con las de Puentearenas y Quecedo, se inauguraron en 1929. La Diputación aportaba unas 2.000 ptas para cada escuela, y el Ayuntamiento de la Merindad entregaba a cada junta vecinal 3.000 ptas para que pudiera hacer frente a la construcción del edificio. También invirtió el Consistorio de aquella época en “dotaciones de material moderno” para las nuevas escuelas, en caminos vecinales, en instalaciones para el suministro eléctrico a los pueblos y en aquel proyecto para fomento del turismo que luego llegó a ser el único y mejor libro de historia de Valdivielso que hemos tenido hasta el momento. Mucho se gastaron aquellos ediles inquietos a finales de los años 20 en proyectos de cultura y modernización de su municipio. Por eso ya no se volvió a hablar en las actas sobre el nuevo edificio municipal. Eran tiempos duros, y bastante hicieron. Además, entre nosotros, tampoco aquel proyecto era tan bonito. Pretencioso, sí, pero nada más. Ya se hará uno mejor cuando el Valle vuelva a tener fábricas sostenibles y muchos frutales. Lo primero es lo primero, y lo demás ya llegará.

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